Si escribes un diario, que no te lo pillen
¿Has escrito alguna vez un diario? ¿Lo ha leído alguien sin tu consentimiento? Virginia Woolf escribió uno durante 23 años. Y en este boletín hablamos también de los cuñados. Ahí es nada.
I. 23 años escribiendo un diario
El Día de Reyes de 2022 recibí un regalo curioso de mi hijo mayor: una agenda semanal (una especie de dietario), con un espacio pequeñito cada día, unas pocas líneas, para escribir algo parecido a un minidiario.
Nunca he podido escribir un diario. Mira que lo he intentado. Mira que me gusta escribir desde los 12 años. Pero nada. Que no hay tu tía. Que no puedo. Lo intenté de adolescente, pero no sé si por la inconsistencia personal fruto de mis hormonas o, lo más probable, por el miedo a que mis tres hermanos (ca****es) pudieran encontrarlo y arruinarme la vida, al final desistí.
Ahora, ya de adulto, traté de completar el pequeño espacio de cada día en esta agenda semanal, y así lo hice durante algunos meses. Es curioso leer un tiempo después las cosas que escribí. Muchas son de acontecimientos de trabajo y otras muchas de pequeñas anécdotas relacionadas con la actividad deportiva o la cocina.
Por ejemplo, el 26 de enero (miércoles) escribí:
He salido a correr 8 series de 1000 metros. Me he encontrado bien.
O el 14 de febrero, lunes, escribí algo muy poco romántico:
Hoy ha sido un día tranquilo. He terminado el boletín del próximo sábado. Es el cumpleaños de Manuel Ángel (un tío mío)
Siempre me he preguntado si quien escribe un diario lo hace pensando en que inevitablemente va a ser leído. Que, incluso, lo desea. Y, por eso, —estoy seguro de ello— uno escribe en su diario cosas que le hacen quedar bien ante los demás, aunque a priori no hay «demás». Creyendo que sus secretos están a buen recaudo, quizá los revela de manera inocente o insensata o… Vete tú a saber.
Estoy ahora leyendo una parte de los diarios de la escritora Virginia Woolf. El libro Diario de una escritora es una recopilación de los escritos personales de Virginia Woolf desde 1918 a 1941. Nada menos que 23 años escribiendo casi cada día sobre mil asuntos distintos. Leonard Woolf, su esposo, seleccionó aquellos fragmentos de los diarios que se referían exclusivamente a la creación literaria y la literatura, y apenas incluyó algunas notas personales.
Y yo me pregunto: ¿se puede cortar con un bisturí imaginario el lugar en el que termina lo personal y empieza la Woolf escritora? Al hacerlo, ¿no estaremos perdiendo parte de la esencia de esos textos?
En cualquier caso, hay en este Diario de una escritora notas y reflexiones interesantes. Por ejemplo, la autora se pregunta por cuestiones que todos los que (modestamente) escribimos nos hacemos. Básicamente, si le interesaremos a alguien y, también, si después de haber publicado algo nos avergonzamos y nos arrepentimos un millón veces de ello. En palabras de la propia Woolf:
(…) tengo derecho a albergar esperanzas de que este libro será para algunos, por lo menos, un placer. Me pregunto si algún día seré capaz de volverlo a leer. ¿Llegará el día en que pueda soportar leer mi propia literatura en letra impresa, sin sonrojarme, temblar y sentir deseos de ocultarme?
II. El cuñadismo tiene ciencia
Le hemos dado un nombre de andar por casa, «ser un cuñado» («cuñao») o «cuñadismo», pero que sepáis que la psicología le ha puesto nombre serio a esto: es un sesgo psicológico conocido como efecto Dunning-Kruger.
Que conste que el término «cuñadismo» ya existía, pero con un sentido diferente al que tiene ahora: se refería al favoritismo hacia los cuñados (entiendo que también hacia las cuñadas). Ahora, ya lo sabéis, «cuñadismo» se emplea —así lo dice la Fundéu— «sobre todo para referirse a la tendencia a opinar sobre cualquier asunto, queriendo aparentar ser más listo que los demás».
Por supuesto, para ser un cuñado o ejercer el cuñadismo no es necesario estar emparentado políticamente con alguien, cualquiera puede ser un cuñao: un compañero de trabajo, un jefe venido arriba, la vecina del sexto…
Los cuñados son esas personas que todo lo saben, que suelen gritar cuando hablan, que empiezan las frases diciendo «yo no soy un experto pero…», que aseguran que ellos terminaban con el paro en dos minutos, que saben dónde se compra el mejor jamón (o vino o marisco) y, por supuesto, no es donde lo compras tú.
Hay una vertiente más peligrosa, la de los cuñados con conocimientos de medicina adquiridos en la Universidad de la Vida. Son los que saben qué remedio debes tomar (conocen un montón de medicamentos que tú no sabes ni que existen), los que te quitan de la mano un informe médico y te lo interpretan o, peor aún, los que repiten la consigna de los terraplanistas, antivacunas o los de la dieta del clavo ardiendo.
El caso es que dos señores de una universidad americana, los señores Dunning y Kruger, llevaron a cabo cuatro experimentos para analizar el nivel de competencia de las personas y descubrieron que los incompetentes eran menos conscientes de su ineptitud que los competentes. Los listillos con habilidades limitadas o conocimientos básicos en un área tienen la tendencia a sobreestimar su capacidad y creer que son más competentes de lo que realmente son. Como era de esperar, las personas más competentes en esa área tienden a subestimar su habilidad y creer que los demás tienen un nivel similar o superior al suyo.
Vamos, que el efecto Dunning-Kruger se traduce en que los «cuñaos» sufren de una especie de «ceguera» de su propia ignorancia o incompetencia que les lleva a errores de juicio y a tomar decisiones equivocadas.
III. Una palabra y una serie 🤔
Valley of Tears (HBOMax) 📺
Es esta una joya de serie sobre la guerra del Yomkipur. Es una serie fuerte (es sobre una guerra) y predomina la visión israelí, pero merece mucho la pena verla.
SINOPSIS (SENSACINE): Valley of Tears es una serie drama que se basa en hechos reales con cuatro historias principales y muy personales de personas que han tenido que alejarse de sus seres queridos debido a la Guerra de Yom Kipur en 1973. Aunque cada historia sea diferente, tienen en común sobrevivir a una cruenta batalla.
Tascar (#palabrasquemolan) 🈲
«Tascar» se refiere a la acción de morder algo de manera repetitiva y con fuerza.
🐶 Un ejemplo de uso: «El perro tascaba la madera del mueble para aliviar su ansiedad».
IV. Chimpún 🍾
En esta última semana he descubierto Escribe Pro, una comunidad —de pago— en la que se comparten artículos y recursos relacionados con la escritura en sentido amplio. Cuando accedes al club recibes un boletín semanal en Substack (como este) y tienes acceso a todos los recursos pasados y futuros.
Detrás de esta buena idea está Víctor Millán, un periodista al que ya seguía en su boletín Tierra B.
Esto es lo que dice Víctor sobre los objetivos de esta comunidad-club:
«En el Club nos centramos en aprender y mejorar en 5 grandes áreas:
Escritura creativa y storytelling
Creación de contenido y estrategia en el entorno digital: desde hacer crecer una newsletter a publicar y dar visibilidad a un libro
Organización del conocimiento y generación de ideas
Productividad y herramientas para escribir más, mejor y en menos tiempo (sí, incluyendo IA)
Emprendimiento y cómo ganarse la vida dándole al teclado».
Que no se me olvide. Al final del boletín (un poquito más abajo) hay tres iconos: un corazoncito, un globito y una flechita. Puedes pulsar el primero ❤️ si te gusta este boletín. El globito ⭕️ es para que comentes lo que quieras sobre el contenido y la flechita para que compartas y pueda llegar a más personas.
¡Me encantaría que me dejaras algún comentario!
Y hasta aquí Escribir para no odiar. ¡Nos leemos el próximo sábado!
«El odio es la cólera de los débiles».
Creo que escribir siempre es un «acto» público, incluso aunque lo hagamos en privado, como es el caso de llevar un diario. Comunicar implica la existencia de un interlocutor, de un lector, que en el caso del diario es ese otro «yo» que se esconde en nuestra oscuridad.
El nivel de verdad que haya en estos escritos, eso sí, puede ser otra historia...
Me he divertido mucho leyendo tu artículo.
No sabía que existía el término "cuñadismo" pero ¡Me encanta!
Gracias por compartir ;)