Ayer vino a verme a mi despacho de la Universidad Loyola una alumna que ha cursado mi asignatura en el primer cuatrimestre. Quería que le dijera mi opinión sobre un relato que había escrito para la asignatura, su primera incursión más o menos seria en la literatura. Es, claro, una alumna aplicada, con ganas de aprender, con amor propio. También se está buscando (tiene 19 años, quién no se busca a esa edad), y quiere encontrar algo que le llene entre tantas asignaturas y trabajos, algo que le haga clic por dentro.
Lo interesante de la conversación es que en su cabeza se mezclaban con sorprendente madurez dos certezas que no suelen ir de la mano cuando uno es tan joven: las ganas de contar algo que ella siente con fuerza (esto sí es normal) con la conciencia de que está haciendo literatura y que, por tanto, hay una técnica y un sentido en los recursos que utiliza para transmitir a los demás lo que quiere contar en su historia.
Y esto, la conciencia de que está haciendo literatura, es mucho menos frecuente.
Lo segundo que me llamó la atención en ella es que, aunque motivada por la pasión de la juventud, no escribía desde el dolor. Tampoco es lo normal. Cuántos jóvenes (y cuántos adultos) dicen escribir desde la pérdida, la ruptura, el desgarro o la tristeza.
Hace unos años conocí a María Fernanda Ampuero, una estupenda escritora ecuatoriana. Bueno, no es que la conociera personalmente, no exactamente. Asistí a una charla virtual junto a un número reducido de personas en la que ella nos contaba todo el proceso de escritura de su último (y maravilloso) libro de relatos: Sacrificios humanos, publicado por Páginas de Espuma.
La idea de juntar a escritora, lectores y lectoras fue de la librería Casa Tomada, que organizó varios encuentros con escritoras y escritores de relatos. Los que asistimos a las charlas —creo que apenas éramos 15 personas— comprábamos los libros y por un poquito más de dinero «nos veíamos» un par de horas con los autores.
No voy a detenerme mucho en este libro, Sacrificios humanos, aunque se lo merece. Sus relatos son brutales, excelsos, no dejan a nadie indiferente. Están escritos con mucha destreza y no menos técnica, pero, sobre todo, están escritos desde el corazón.
Desde las entrañas, en realidad.
María Fernanda nos contó que ella solo sabe escribir desde el dolor. Y que no concibe otra forma de hacer buena literatura.
Lo hace desde el dolor desgarrador de haber tenido una abuela clasista y racista; de haber pasado su adolescencia sufriendo el peso de sus kilos de más; de haber descubierto a su padre muchas veces borracho; de haberse sentido inmigrante, extraña, lejos de los suyos. Al final es el dolor de ser distinto, de no ser lo que se espera.
Un pato en el Manzanares.
Tengo la experiencia de haber escrito mis mejores líneas —así lo entiendo yo, al menos— en momentos de alta intensidad emocional, pero no necesariamente de dolor. Como todos, he tenido momentos vitales muy duros aunque, en general, creo haber llegado a mis taitantos años sin traumas duraderos.
No creo ser un escritor que escribe desde el dolor.
María Fernanda Ampuero habla como escribe. O escribe como habla, no sé. Todo en ella es intenso, hermosamente excesivo, radicalmente humano. Y, quién sabe, puede haber sido ese dolor el que la haya hecho así: genuina y maravillosa.
📽 Te recomiendo una serie
La Unidad Kabul (Movistar+)
¡Ay, qué pena! Con lo bien hechas que estaban las dos temporadas anteriores, a mí me parece que la tercera es muy planita, sin ritmo, con hilos sin resolver…
El despliegue de medios es, una vez más, brutal, eso sí.
SINOPSIS (OFICIAL)
En una nueva misión, varios agentes de La Unidad se encuentran en Afganistán unos días antes de que Kabul sea tomada por los talibanes y España inicie la evacuación de civiles y colaboradores.
Su objetivo es reunirse con un infiltrado que tiene información acerca de un posible atentado en Europa, pero se ven sorprendidos por los enfrentamientos entre muyahidines, talibanes y fuerzas del ISIS K y acaban envueltos en una situación peligrosa.
🈲 #palabrasquemolan
Lardones
Los lardones (por ejemplo, de beicon) son trozos de beicon, en tiras o en cubos. La típica cajita de plástico que compramos en el súper.
🍾 Chimpún
🖥️ Esta semana he estado probando otras funcionalidades de ChatGPT. La semana pasada, si recordáis, os contaba más sobre mi relación con el «bicho» de la inteligencia artificial 👇🏻:
Pues lo último que he probado es a subirle un archivo de Excel y pedirle que haga cosas. Spoiler: lo ha hecho perfecto.
En vez de saberme fórmulas y órdenes (que si concatenar, que si no sé qué), le pedí que me uniese la información de dos columnas en una nueva, que le diese formato y que me ofreciese el archivo en un formato concreto.
Ya digo, perfecto.
Y hasta aquí Escribir para no odiar. ¡Nos leemos el próximo sábado!
«El odio es la cólera de los débiles».