Proyecto Desamor
No me digas que «Proyecto Desamor» no te parece un título lo suficientemente atractivo como para leer (y compartir) este boletín. ¿Sabías que hay un Museo de las Relaciones Rotas?
Hay un museo en Zagreb (Croacia) que se llama el Museo de las Relaciones Rotas. En su página web explican que su propósito es «atesorar y compartir historias de desamor y objetos simbólicos (…) sobre las formas en que amamos y perdemos» (la traducción es mía).
👉🏻 El fondo «artístico» del museo está formado por los objetos que envían las parejas que se separan.
Conocí el Museo de las Relaciones Rotas a través de un podcast del que os he hablado más veces, el de Nuria Pérez, Historias de las buenas. Nuria cuenta en uno de los capítulos la historia de Drazen y Olinka, que un día terminaron su noviazgo «sin reproches» (eso dicen ellos). Tenían un conejo de peluche (en vez de perro) y decidieron que ese conejito sería un objeto que recordara su relación, ya terminada, en un museo que dignificaría el amor que termina.
Esta es mi opinión al respecto: 💩💩💩💩💩💩💩💩💩💩💩💩💩💩💩💩.
Todo lo que termina…
A ver, que no digo yo que la idea así, en abstracto, esté mal. Una pareja que ha compartido su vida por un tiempo, más o menos largo, un tiempo en el que seguro que hubo ilusión, amor, deseo… Pues qué chulo que eso se termine con serenidad y madurez y, más aún, que los dos encuentren un lugar —el museo— en el que puedan dejar un objeto como recuerdo de los buenos momentos.
Pero es que ese storytelling está lleno de agujeros. Acudamos a los sabios.
Dice Andrés Calamaro (me pongo de pie) que «todo lo que termina, termina mal». Vamos, que el mero hecho de terminar es doloroso, un trago penoso para cualquiera, tanto para el que abandona como para el abandonado. Y, añado yo, que el «mutuo acuerdo» o el «sin reproches» o el «nos seguiremos teniendo cariño» es una paparrucha.
Eso, en general, no existe.
¿Opinas igual? ¿Crees otra cosa? Sigue leyendo, que te voy a proponer algo más abajo, el Proyecto Deseo 😉.
Este museo del que os hablo tiene en su página web imágenes de los objetos compartidos por las parejas (exparejas, en realidad), que son de lo más variopinto: peluches, figuritas de porcelana, anillos, una máquina de café, un hacha (what?), un maniquí, unas esposas, un juguete sexual, una plancha…
Junto a la foto de los objetos con un supuesto simbolismo para las personas que han separado sus vidas, hay un pequeño texto que explica (o no) la alegoría. Cuando lees esos textos te das cuenta de que el pretendido buenrollismo no es tal, que detrás (y a veces delante) de un aparente civismo se encuentra la aflicción, la tristeza o, directamente, un odio soterrado.
El siguiente texto ha sido escrito por alguien desde Vicenza, Italia (es anónimo, claro). Acompaña a la imagen del objeto que envió al Museo de las Relaciones Rotas, una taza de Starbucks con una bolsa vacía de galletas de la fortuna adherida a ella.
Fuiste mi primer amor. Y deseaba que también fueras el último. Cuando recibimos esas galletas de la fortuna y abrí la mía, decía: "Tienes que aprender a leer entre líneas". Debería haber seguido ese consejo, porque entre esas líneas estabas engañándome una y otra vez. ¿No es irónico?
Zasca.
El Proyecto Desamor no es un proyecto
Quiero decir, que no hay nada sesudo ni nada patrocinado por nadie. Que me ha quedado un título muy grandilocuente (imagínate cómo resuena eso en tu cabeza si lo susurra alguien con la voz grave: Prooyeeectooo Desaaamooorrr), pero en realidad es un título para captar tu atención, rollo clickbait, pero en boletín semanal.
¿Qué idea tengo en la cabeza? Que vosotros, que vosotras (tanto monta, monta tanto), quienes me leéis, compartáis conmigo historias de desamor (propias o ajenas) y que me digáis si alguna vez, una sola, habéis encontrado una pareja-expareja que se dijera adiós sin dejar cicatrices.
Claro, claro, ya sé que en ocasiones esto puede ser delicado, así que ofrezco tres formas de compartir esa riqueza, desde la más expuesta hasta el anonimato total:
A pecho descubierto, con un comentario en este boletín.
A través del email, al correo que me he abierto para este fin: desamorproyecto@gmail.com. Garantizo confidencialidad.
Y la opción anónima total: he localizado una web desde la que se pueden enviar correos de forma completamente anónima. Se llama Anonymousemail.me. Solo tienes que entrar y escribir un correo a desamorproyecto@gmail.com sin necesidad de poner ningún dato tuyo. Tampoco una dirección de correo electrónico.
Una palabra y una serie 🤔
Supernormal 2 (Movistar+) 📺
Creo que no hay en este país una actriz de comedia como Miren Ibarguren. Y mira que todo el reparto está estupendo, pero ella sola sostiene una trama sencilla y divertida.
En esta segunda temporada Patricia (Miren Ibarguren), que antes era una despiadada mujer de negocios, decide que es el momento de volver a casa a dedicarse a su familia. Y, claro, eso siempre sale mal (a medias).
Malón (#palabrasquemolan) 🈲
Es esta una voz de origen mapuche. Tiene que ver con el mal inesperado provocado por alguien, un ataque sorpresivo, por ejemplo, un ataque militar.
Parece ser (eso dice la IA) que hoy en día, el término "malón" se utiliza en la cultura popular de Argentina y Chile para referirse a una reunión o fiesta en la que se consume mucho alcohol y drogas, y en la que a menudo se producen desmanes y peleas. También puede utilizarse para referirse a una multitud que se reúne para realizar una acción violenta o de vandalismo.
Chimpún 🍾
Quiero terminar la semana con el recuerdo a mi madre, Nines, que falleció un 24 de marzo de hace 5 años.
Como a todos los hijos, me pareció que se iba antes de tiempo.
En su día, solo me salió escribirle algo. Este es el primer párrafo de aquello:
«Ayer estabas. Hablamos por teléfono. Regaste la planta, recogiste las cartas acumuladas en el buzón, dejaste preparada la comida del día siguiente. Anotaste en un pedazo de papel en la cocina (lo leí) que necesitabas comprar leche, huevos y algo para el desayuno, para cuando fuéramos nosotros. Por detrás, en el mismo papel, varios kilos de carne, pescado y una bolsa de patatas. De cinco kilos. Yo siempre te decía, recuerdas, que no era necesario que cocinaras esas cantidades, que era demasiado, que no nos íbamos a quedar con hambre, que tirar la comida era un pecado —qué ironía, yo hablando del pecado— y tú te encogías de hombros, y tantas veces me hacías una mueca de burla o de indiferencia. Antes de salir —el pecho aplastado por un peso invisible, el cansancio a rastras, la respiración forzada, las ganas de fumar— pusiste el marcapáginas al libro casi terminado para cuando regresaras. ¿Y el próximo? ¿Lo tendrías decidido? ¿No consiste en eso vivir, en anhelar lo que vendrá, en adelantar el futuro, pensar en un después? Dejaste la lavadora con suavizante y jabón, en un gesto previsor nada propio de ti. «A ver si os creéis que se pone sola», nos recordaste tantas veces. Eso ha sido, como quien dice, ayer».
Y hasta aquí Escribir para no odiar. ¡Nos leemos el próximo sábado!
«El odio es la cólera de los débiles».
El desamor está en el aire y grabado a fuego en el corazón.
Tras casi treinta y cinco años de profesión y una buena colección de divorcios tramitados puedo afirmar que las relaciones rotas sacan a la luz lo más oscuro (a veces tremendamente negro) del carácter de las personas, sin distinción de sexo, condición social o económica.
Los resentimientos, el “cobro de facturas” (algunas antiquísimas) y los reproches dejan cicatrices bastante visibles a ojos de cualquier profesional (o no) medianamente observador.
Es cierto que el paso del tiempo atenúa esas marcas, pero no desaparecen nunca porque, en mayor o menor medida, el desamor cambia a las personas.